Las grandes leyendas de Japón revelan aspectos del confucionismo, budismo y creencias animistas. A partir del siglo VIII en el que poder del Emperador aumentaba, los mitos que apoyaban su Divinización fueron recogidos en dos grandes colecciones, el Kojiki y el Nihonshoki, convirtiéndose ambos en la base del posterior crecimiento del Shinto.
El nacimiento del Monte Fuji
Un anciano que cultivaba el bambú en la ladera de la montana encontró un día a una niña llamada Kaguya-hime, la adopto y crió como si fuera su propia hija. La niña era excepcionalmente bella y con el tiempo se convirtió en la consorte del Emperador, pero tras siete años de matrimonio Kaguya-hime confeso a su esposo que no era realmente mortal, y que debía volver a su hogar en los cielos. Para aliviar la tristeza del emperador, le dio un espejo mágico en el que siempre que quisiera podría ver la cara de su esposa. Al poco tiempo, Kaguya-hime desapareció.
Asolado por la perdida de su amada, el emperador decidió seguirla hasta el cielo, y tomando el espejo mágico comenzó su ascenso por la ladera del monte Fuji. Una vez en la cima, no encontró allí rastro alguno de Kaguya-hime. Tal era el amor que el emperador sentía por ella que estallo dentro de su pecho y, con el, también el volcán.
A partir de aquel día, no ha dejado de salir humo de la cumbre del monte Fuji.
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